viernes, 27 de mayo de 2011

FUERA DEL AIRE



Se acercaba la hora de “la conciencia y del pensar profundo” como una “fiera implacable y cruel”. No bastó rezar, implorar, infructuosas fueron las preces y las invocaciones. Se aguardaba  el último minuto, el preciso instante para que muriera algo connatural e inmanente a la persona humana: saldría del aire la señal de RCTV; después de 53 años de luz algo se oscurecía sin lógica explicación y la libertad de expresión recibiría una artera puñalada y se iría también una parte de nosotros mismos.

No se  esperaba la muerte de un año como sabiamente poetizó Andrés Eloy en “Las Uvas del Tiempo”,  era la muerte de toda una historia de  un país. Algo nuestro nos abandonaba, lo perdíamos, aunque nuestros corazones y nuestra memoria llenos estén de recuerdos inolvidables.

Adiós y despedida de lo que nos pertenece por naturaleza: la libertad de expresión, porque cerrar un canal de televisión haciendo ver (imponer, mejor dicho) a troche y moche que se trata de una medida ajustada a Derecho, no es otra cosa que una muerte vestida de cese o término de una concesión. Muerte que, aunque anunciada, muchos albergábamos la esperanza de un  riiiing telefónico desde las alturas del poder que impidiera ese fallecimiento, ese garrafal error, ese daño que se avecinaba; pero, consumatum est.

Ya emitidas las sendas sentencias del TSJ, quien escribe mantuvo en un recodo del ser una viva ilusión, un anhelo, una esperanza para la suprema rectificación que proviniera de la persona que hoy gobierna a Venezuela  con mucho poder, y  perdonara el pecado de pensar distinto, de no ceder ante la arbitrariedad y la retaliación política.
Pero no, todo estaba dicho, la sentencia debía cumplirse. Se cerraba precisamente el canal más visto, el más popular, el que genera más empleos, el de mayor tecnología disponible, el que ha servido de escuela para muchos; pero al propio tiempo uno de los que ha mantenido una posición de firme y decidida crítica a la gestión pública del gobierno de turno, y esto último pareciera no merecer el perdón de los poderosos.

Más allá del respaldo nacional e internacional a RCTV, del destino incierto de más de tres mil trabajadores, de los argumentos jurídicos suficientes de RCTV para oponerse al cierre, del carácter arbitrario de la medida gubernamental que vulnera la libertad de expresión (entre otros derechos y garantías), de la pretensión del gobierno de garantizar el goce de derechos, curiosamente cerrando un canal de televisión; más allá del trato desigual respecto a otros canales que parecieran encontrarse  en similar situación, de la absurda e improbada condición “imperialista-oligárquica-mediática-golpista” de RCTV, más allá de estos aspectos, me detengo en la gran oportunidad que dejó pasar el TSJ y no decidir conforme a Derecho y a la Justicia, porque como dice el Juez español Baltasar Garzón: “Los ataques al estado de derecho deben responderse desde el estado de derecho”.

¿Acaso no procedía la medida cautelar que comportaba la suspensión del cierre? ¿No debía instaurarse un procedimiento a RCTV para comprobar sus supuestas conductas ilegales? No más preguntas por ahora, no tienen caso. Llegó la hora y hubo que apagar los trasmisores, mientras simultáneamente se encendían más y más  corazones libertarios en favor de un verdadero régimen democrático, en actitud de condena del hecho que ha pasado a ser un fatídico capítulo de la historia  de la comunicación, la información y la libertad en Venezuela.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” (García Márquez dixit) ¿Cómo se recordará mañana ese aciago día  27 de mayo?


Jesús Peñalver



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