A la Suprani no
la suprime nadie.
Consigno por
anticipado, que se equivoca Diosdado Cabello, ese portento de la revolución
(sic), cuando afirma: “Rayma es una sinvergüenza, se ha burlado del pueblo.”
Todos los
mesiánicos practican esa supuesta identificación, del que manda con el pueblo,
en realidad falsa. Perón y su Evita, Hitler, Stalin, Noriega, entre muchos
otros, y hasta el Fidel Castro de los primeros años, manipuló al y con el
pueblo.
En el caso
de Fidel, y hoy su hermano, hace tanto que se le olvidó- usaron y usan al
pueblo para justificar su apego al poder.
Los
mesiánicos, pillos sátrapas, manipulan al pueblo para hacerle creer a los
incautos esa mentira en procura de su apoyo.
Esa falsa
identificación con el pueblo es la mentira para justificarse ante este, y los
tiranos comienzan por creérsela ellos mismos.
Risible y vergonzoso es decir que el
pueblo manda, haciendo colas y muriendo de mengua en los hospitales; haciendo
colas por un paquete de harina o pote de leche y pariendo por medicinas.
Es
humanamente imposible asumir, que el pueblo "hace cola para cuidar los
alimentos", o se organiza para ir a comprar en grupos. ¡Cínicos!
Siguiendo
los pasos del difunto, la usurpación continúa con la perversa manía de
manipular las miserias del pobre. Sigue la compra-venta de sueños y
conciencias.
Rayma
no es lo que dice el gallero ni se burla del pueblo. Con ella debemos recordar,
que el humor es inseparable de la historia, las costumbres y tradiciones, del
país en cuyo seno se produce, y es reflejo de cuanto le sucede a cada persona
en lo individual y al pueblo en su conjunto; y como bien lo señalara en nuestro
caso el poeta Luis Pastori, el humorismo ha sido un elemento clave en la
formación de la personalidad del pueblo venezolano, el cual en circunstancias
difíciles suele reaccionar con expresiones festivas que le permiten
sobreponerse.
Hoy,
desde luego, vemos como un diario despide a la inteligencia de sus fueros; no
gustó el testimonio agudo y esclarecedor de Rayma, acerca del estado en que se
encuentra la salud en Venezuela, contenido en su genial caricatura.
Un
dibujo desdibuja (o desnuda) para siempre, la firma en rojo sangriento de aquel
milico golpista que supo, en mala hora, encarnar la suma de todos los defectos
morales del venezolano.
En
verdad, no hacía falta despedirla para darnos cuenta y constatar, una vez más,
la intolerancia de esa cosa que nos desgobierna y de la sumisión servil de su
séquito de acólitos. Las ánimas en esa esquina están haciendo lo suyo.
Ya
el maestro Zapata había sido increpado por el muerto Chàvez, a raíz de una
caricatura que dolió en el seno de su poder omnímodo. Y otro tanto padeció el
inteligente Eduardo Sanabria, Edo, cuando la gallera (perdón, asamblea)
pretendió abrir una investigación por uno de sus siempre geniales trabajos.
El
sufrimiento es una miseria y exaltarlo una perversión más. Y en eso anda o
continúa la barbarie usurpadora, suerte de heredera de aquella pesadilla que
encarnó el golpista.
Trazas
de amargura y resentimiento, eso genera el trazo inteligente de una caricatura,
formidable instrumento para describir nuestras angustias y desesperanzas, o
nuestros anhelos y propósitos por un mejor porvenir.
Y en todo
caso, señor Diosdado
Cabello, yo también quiero ser "sinvergüenza" como Rayma Suprani,
nunca como usted.
Jesús
Peñalver