domingo, 15 de noviembre de 2015

Parìs, las banderas del mundo sangran en una sola...

Las banderas del mundo sangran en una sola: Humanidad.

Me pronuncio ahora sobre el debate o dilema, quizá polémica sobre la conveniencia o no de solidarizarnos con Paris, que es la civilización y reprochar la barbarie, hoy con su tenebrosa cara del terrorismo, cuya condena debe ser total y asì expresada por todos los pueblos del mundo.

Particularmente, yo hago las dos cosas, sin que ello desmedre en modo alguno nuestra lucha que a diario damos por la terrible pesadilla diecisieteañera que tiene acogotado al país, encarnada en esa peste roja aposentada en Miraflores.

Esa pesadilla incapaz de afrontar la grave crisis que vivimos en Venezuela, hoy signada como nunca antes, por la violencia e inseguridad en las calles, alto costo de la vida, la ausencia de alimentos y medicinas, las infames colas, la pillería acabando con el erario, y para más INRI, el choreo familiar desde el poder que no ha escapado de los tentáculos del narcotráfico, a saber por las recientes denuncias, arrestos y juicios que se llevan a cabo en los EE. UU.

Me quedo corto en esto, porque el rosario de penurias es más largo que todas las vergonzosas colas juntas. Pero sigo.

Recurrir a ese combustible tan inflamable que es el nacionalismo, propio de los gobiernos populistas y de las "revoluciones" de nuevo cuño que tanto daño nos han hecho y siguen ocasionando, recurrir -repito- a esa perversión para desdeñar las tragedias del mundo e intentar imponer las nuestras por puro chauvinismo, no solo no es bueno.

No es sano y desdice de quien lo preconiza ferozmente, porque nada humano nos es ajeno. Claro que hay comparaciones odiosas y pueden haber también ejemplos inaplicables, pero el caso parisino merece atención, si no especial, distinta, porque su drama, y el europeo se diferencian del nuestro por las causas u origen, por las cifras, y en el tratamiento que debe dársele.

Indigna profundamente saber, la actitud de aquellos que justifican –sin razòn, desde luego- la muerte de inocentes en París con argumentos anti-imperialistas, y una sarta de babiecadas sin sentido.

Nada justifica masacrar inocentes a sangre fría. No hay venganza que lo justifique. Se desvanece toda ideología absurda, sin pábulo ni argumento sólido y razonable que la sostenga. Nada vale deshumanizarse tanto. No al culto de la muerte, y más si se pretende invocar a Dios, en cualquiera de sus presentaciones. 

No a la atrocidad, y por ello hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola consigna, se cristalizan en un solo eslogan. Estos no salen de su cuadrito de visión y acción, y nunca se afanarán en comprender y discutir lo distinto para no quebrar su único y desesperado esquema.

¿Somos acaso menos venezolanos porque expresamos nuestro respaldo a Francia y condenamos la barbarie?

«Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra".
«[...] no preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti». John Donne

Mi desocupado lector, si no te gustó y piensas insultarme, lo aceptaré con estoicismo, pero eso sí, hazlo en francés y que suene La Marsellesa cantada por Édith Piaf.

Los Caobos, 14 noviembre 2015