MIRAFLORES NOS
DERROTÓ
Todos ellos, anónimos y conocidos, me han sugerido
titular así esta nota. Ellos, con quienes tengo el honor de integrar esa legión de más
de seis millones de valientes rebeldes que formamos la otra parte del país, ese
nada deleznables porcentaje que se pronunció democráticamente el pasado domingo
7 de octubre, y que tanto perturba al líder del tripaflojismo del Siglo XXI.
A pesar del hostigamiento, las amenazas, el miedo, la
violencia y la desesperación provenientes del poder, esa cantidad de
conciudadanos no se amilanó y votó por el candidato civil, porque el que tiene
suficiente capacidad gerencial y experiencia favorable en la gestión pública, y
quien fuera electo en libérrimos comicios primarios.
Ratifico mi confianza en la Mesa de la Unidad
Democrática, instancia política en torno a la cual se han reunido los factores
que hacen oposición en Venezuela, y que organizara el evento en que fue
seleccionado el llamado candidato de la Unidad.
Pataletas y golpes de pecho; búsqueda, hallazgo y
echadera de culpas; analistas por doquier, entre otras muchas y variopintas
circunstancias y situaciones han surgido, luego de la derrota que nos propinó
el gobierno, con el manejo grosero de los recursos que le da el Estado, el
obsceno ventajismo, de suyo constitutivo de delito, y el afán perverso de quien
quiere gobernar a todo trance.
Hemos dicho, y aquí consignamos nuevamente, Miraflores
nos derrotó.
Quien escribe no habla de fraude. Por nuestra condición
de abogado, y en el entendido que el derecho es prueba, lo que no está en el
expediente no existe, y que no bastan las presunciones, mal podríamos hablar de
aquello tan odioso y nocivo para la democracia, como lo es el fraude electoral.
Pero sospechar en nuestro derecho, inalienable e irrenunciable.
Ahora bien, en sentido estricto y suficiente como para
impugnar el reciente proceso eleccionario, no estamos en condiciones
–repetimos- de invocar fraude, sería irresponsable y poco favor le haríamos al
país; pero ello no obsta para llamar la atención sobre el uso indiscriminado,
abusivo y delictual de todos los recurso por parte de un gobierno, que sintiéndose desplazado
por la opción de cambio que encarnaba Henrique Capriles Radonski, sin
miramiento alguno no escatimó ningún esfuerzo para avasallar, arrear y
amedrentar para lograr ganar en mala lid.
Reconozcamos orgullosos a esa importantísima porción de
venezolanos –ni inferior ni superior a la que sigue al oriundo de Sabaneta- pero sí mayor en términos políticos, que votó
por la opción de la Unidad, demócrata de profunda convicción libertaria, y que
de haber logrado la victoria electoral, seguramente habría cumplido su mandato
con marcada y prominente civilidad
venezolana.
No pretendemos, ni por asomo, desconocer a esa otra
parte del país que siguió (no importa el motivo, por ahora) votando por la
opción continuista y militar del gobierno; compra sueños y conciencias; la
misma que pretende eternizarse en el poder y ejercer a su antojo la mandonería.
Nos referimos los que votaron a pesar del
hostigamiento, las amenazas, el miedo, la violencia y la desesperación
provenientes del poder; a esa cantidad de conciudadanos que no se amilanó y
votó por el candidato civil, creyendo en un nuevo camino democrático, de
libertades públicas, por un mejor país.
Si decimos triunfo político ante la derrota de
Miraflores, es porque ese digno pedazo de país acudió masivamente a votar, y
ello cobra mayor significación, porque
se trató de una contienda desigual, donde no faltó el uso abusivo de los medios
del Estado, de los fondos públicos y la obscena participación de casi todo el funcionariado en actividades de campaña o proselitismo,
so pena de ser sancionados, pero seguros de que ninguna reprimenda provendría
de CNE alguno ni de otro organismo subyugado al poder del supremo de Sabaneta.
Así las cosas, y aunque Miraflores nos derrotó,
evitemos caer víctima de la desmoralización, que es un riesgo que debemos
conjurar en lo inmediato. Vienen más procesos, hay un camino, y nosotros
debemos andarlo con la frente y el ánimo bien en alto. “Lo tenemos levantado,
Señor”.
Con todo lo ocurrido, hay un triunfo más significativo,
la derrota mayor sufrida por ese militar aposentado en Miraflores: paso a paso, se ha ido recuperando la
confianza de los venezolanos en el voto. O sea, de que ésta no es sólo un arma
moralmente superior a los fusiles de los comandantes, sino también tanto o más
eficaz que éstos. Más eficaz porque no depende de un hombre, que no dura para
siempre, sino de un pueblo, que sí.