Las banderas del mundo sangran en una sola: Humanidad.
Me pronuncio ahora sobre el debate o dilema, quizá polémica
sobre la conveniencia o no de solidarizarnos con Paris, que es la civilización
y reprochar la barbarie, hoy con su tenebrosa cara del terrorismo, cuya condena
debe ser total y asì expresada por todos los pueblos del mundo.
Particularmente, yo hago las dos cosas, sin que ello
desmedre en modo alguno nuestra lucha que a diario damos por la terrible
pesadilla diecisieteañera que
tiene acogotado al país, encarnada en esa peste roja aposentada en Miraflores.
Esa pesadilla incapaz de afrontar la grave crisis que vivimos en Venezuela, hoy signada como
nunca antes, por la violencia e inseguridad en las calles, alto costo de la
vida, la ausencia de alimentos y medicinas, las infames colas, la pillería acabando con el
erario, y para más INRI, el choreo familiar desde el poder que no ha escapado
de los tentáculos del narcotráfico, a saber por las recientes denuncias,
arrestos y juicios que se llevan a cabo en los EE. UU.
Me quedo corto en esto, porque el rosario de penurias es más
largo que todas las vergonzosas colas juntas. Pero sigo.
Recurrir a ese combustible tan inflamable que es el
nacionalismo, propio de los gobiernos populistas y de las
"revoluciones" de nuevo cuño que tanto daño nos han hecho y siguen
ocasionando, recurrir -repito- a esa perversión para desdeñar las tragedias del
mundo e intentar imponer las nuestras por puro chauvinismo, no solo no es
bueno.
No es sano y desdice de quien lo preconiza ferozmente,
porque nada humano nos es ajeno. Claro que hay comparaciones odiosas y pueden
haber también ejemplos inaplicables, pero el caso parisino merece atención,
si no especial, distinta, porque su drama, y el europeo se diferencian del
nuestro por las causas u origen, por las cifras, y en el tratamiento que debe dársele.
Indigna profundamente saber, la
actitud de aquellos que justifican –sin razòn, desde luego- la muerte de
inocentes en París con argumentos anti-imperialistas, y una sarta de babiecadas
sin sentido.
Nada justifica masacrar inocentes a
sangre fría. No hay venganza que lo justifique. Se desvanece toda ideología
absurda, sin pábulo ni argumento sólido y razonable que la sostenga. Nada
vale deshumanizarse tanto. No al culto de
la muerte, y más si se pretende invocar a Dios, en cualquiera de sus
presentaciones.
No a la atrocidad, y por ello hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola
consigna, se cristalizan en un solo eslogan. Estos
no salen de su cuadrito de visión y acción, y nunca se afanarán en comprender y
discutir lo distinto para no quebrar su único y desesperado esquema.
¿Somos acaso menos venezolanos porque expresamos
nuestro respaldo a Francia y condenamos la barbarie?
«Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada
hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra".
«[...] no preguntes por quién doblan las
campanas; doblan por ti». John Donne
Mi desocupado lector, si no te gustó y piensas
insultarme, lo aceptaré con estoicismo, pero eso sí, hazlo en francés y que
suene La Marsellesa cantada por Édith Piaf.
Los Caobos, 14 noviembre 2015