#cuentosdefamilia
EL
NIÑO QUE OLVIDÓ A SU MAMÁ.
Hubo una vez, hace bastante tiempo, en mi
pueblito llegó una rara enfermedad, rara porque ninguna ciencia podía
explicarla. Las personas olvidaban su nombre. Comenzamos a llamarnos por
números.
Afortunadamente, en mi pueblo éramos solo
trescientos treinta y cinco personas y el cartelito que señalaba el límite del
pueblo nos lo recordaba cada vez. Los más pequeños teníamos claro los primeros
números, yo era el 33. Todo era casi normal. La maestra no se confundía y todos
cargábamos nuestro número en un papelito pegado en la camisa.
-¡Buenos días Don 45!-
-! Buenos días señora 106!-
Y así llegó el momento en que los más
pequeñitos aprendieron a contar sin equivocarse, hasta el 335. Nadie se había
dado cuenta de que nuestro amiguito Dieciséis, tan juguetón siempre, se le
había escapado la alegría. Un día mis
hermanos y yo lo abordamos, ¿Qué te pasa Dieciséis? Algo te pasa, ya no ríes
como ayer. Claro una cosa es que todos tengamos el extraño virus "Olvidéminombre"
diagnosticado y sin tratamiento conocido y otra lo que a él le pasaba.
Creo que era un síntoma muy peculiar. Nos
contó Dieciséis que no sabía quién era esa señora que cada día lo abrazaba y lo
mimaba tan dulcemente. No la reconocía. ¡Es tu mami!, le dijimos al unísono los
tres. Pero Dieciséis muy angustiado nos respondió que eso parecía, pero él a
ella no la conocía.
Eso nos preocupó enormemente. ¿Y si
nosotros también olvidábamos a mamá? ¿Y si alguna vez la veíamos como extraña?
¡No!. Decidimos ponerle junto a su número marcado la palabra MAMÁ, grandota,
para que no pudiéramos olvidarla. Imposible, mamá no había cambiado, aún nos cantaba
los pollitos y se sabía nuestros números de memoria.
Le contamos a mamá el secreto de nuestro
amigo, (las mamás son buenas guardando secretos). Sin embargo, mamá muy en
contra de nosotros se lo contó al Trescientos dos (el médico del pueblo). Para
él eso fue un descubrimiento portentoso. Un caso único en este pueblo tan
distinto al mundo entero, aislado para que no fuéramos a contagiar a nadie más.
Dieciséis fue objeto de un estudio
científico exhaustivo, y fue el portador de la cura definitiva para el pueblo.
En su sangre rebelde corría como fuente inagotable nuestra cura. De una gotita
de su sangre tomada con una espinita de la punta de su dedo, mezclada con el
agua del manantial que corría al sur del pueblo y del que se decía que tenía
poderes mágicos, surgió un suero maravilloso que funcionaba solo mojándose la
cabeza con un poquito
del mismo y la memoria regresaba.
A él mismo se lo aplicaron y no solo se acordó de que se
llamaba Jesús Matías, sino que recordó también a su mamá, Dorita, la mamá
bonita. La normalidad llegó a nuestras vidas pero por si acaso guardamos en un
cajón los números marcados, por si algún día aquel virus tan malo que
nos aisló del mundo regresaba y no había un Dieciséis para salvarnos.
Fin.
Y es así como Serena Marian Fernando le
regala este cuento a su amigo poeta Jesús Peñalver @jpenalver de bienvenida a
su TL.
NOTA: Este maravilloso cuento escrito por Serena
Marian (@85SerenisimaM en Twitter) me llega como agua de manantial, aliciente,
pócima de amor, remedio para la tristeza, cura milagrosa para la angustia y el
desasosiego.
Gracias, mil gracias desde mi costado
izquierdo, desde allí, donde ya tienes un rinconcito para ti guardado.
¡Gracias!
Jesús Peñalver
Los Caobos 15 de abril de 2020