jueves, 6 de mayo de 2010

ENRIQUECIMIENTOS REPENTINOS

Consigno por anticipado que el título de esta nota me lo ha dado, casualmente, la periodista Vanesa Davies, hoy trocada en flamante directiva del Psuv. Y dice bien la comunicadora cuando afirma que todo aquel sobre cuya actuación “haya sombra de duda” o exhiban “repentinos enriquecimientos”, no debería presentarse a ninguna candidatura. Abstenerse, pues.

Nos complace saber, y de allí que demos un voto de confianza a la periodista Pesuvista, pues ha señalado categóricamente la importancia y significación que debe dársele al principio de probidad a la hora de escoger candidatos, y más aún, al momento elegir.
Y ¿qué es probidad? No es otra cosas que la rectitud, honestidad y ética en el cumplimiento de las funciones inherentes al cargo y, desde luego, la correcta administración de los fondos públicos que le son confiados. Lo contrario es corrupción, que pudiera presentarse a manera de peculado de uso, cohecho y nepotismo, entre otras formas de timos al erario público.

Con miras a las próximas elecciones del 26 de septiembre, y siguiendo la conseja de la periodista, debemos tener muy en cuenta quiénes son los elegibles y si sobre ellos pesa esa “sombra de duda”, “si gozan de repentinos enriquecimientos”, o también llamadas “riqueza súbita”, si sobre ellos se ventilan investigaciones, imputaciones o juicios sobre sus gestiones al frente de cargos públicos.
Otros hechos que pudieran orientar al electorado a la hora de sufragar el próximo mes de noviembre serían, por ejemplo, si esos candidatos (si es que se atreven a postularse) han practicado el nepotismo, el padrinazgo, los guisos o conchupancias que comportan corrupción administrativa; si han manejado dolosamente los dineros públicos, usado indebidamente los bienes o servicios del Estado; si su actuación ha socavado la legitimidad de las instituciones públicas y han causado daño al patrimonio público; si la honestidad, el decoro y la eficiencia no han sido precisamente signos de su gestión.

Se trata de favorecer a los mejores posicionados, no solo en el terreno político, cuyas ofertas electorales sean creíbles y por tanto posibles, sino que también el perfil de los candidatos debe ir acompañado de ciertas características éticas y morales que permitan al electorado tener confianza en el sistema político venezolano.

Como diría Don Mariano Picón Salas: “Se trata de reivindicar la política”. Y si algún lado oscuro tiene su ejercicio o quienes han hecho de ella una mercadería, una fuente de riqueza y un modo afanoso de figuración, que sea la gente la encargada de darle el lugar que se merece la Política (así con P) como oficio noble que sirva a las mayorías.

El orden moral y la justicia, el desarrollo de los pueblos, y la democracia misma que debe sustentar la estabilidad política del país, exigen la participación de todos para combatir toda forma de corrupción. No es fácil, pues ésta tiene muchos rostros, y para enfrentarla es preciso que el Estado erradique la impunidad, y ponga a prueba a los órganos de Justicia.

De modo que quienes no pueden exhibir una positiva gestión de gobierno, si tienen cuentas con las Justicia, si sus vidas no están libres de procesos criminales o de estafas al Fisco; los nuevos ricos o boliburgueses que solo muestran su grosera fortuna, la ostentación de lujo y propiedades derivadas de sus vinculaciones con el Poder, que cargan consigo esa sombra a la que alude Vanesa Davies, como mariposas amarillas sobre su cabeza Mauricio Babilonia –el personaje de Cien Años de Soledad- (cambiando lo cambiable, desde luego), por favor no se les ocurra, tengan vergüenza. Es un asunto de sanidad pública.

Jesús Peñalver