miércoles, 11 de febrero de 2015

Zapata, In Memoriam

“Zapata tiene la capacidad de decir
en una sola frase lo que a un
sociólogo le tomaría una tesis”.
Laureano Márquez



Lo había conocido mucho antes en el Teatro Teresa Carreño, durante la temporada de ópera del 85 o del 86 del siglo pasado, cuando me correspondió redactar el contrato que regiría las condiciones en que el maestro diseñaría la escenografía de una de las óperas. Por cierto, la época mejor, la más espléndida y productiva del Coso de Los Caobos. 

Afable y simpático, genial y ocurrente. Era Pedro León Zapata, el mismo de aquellos garabatos y dibujitos que había que leerlos con paciencia de relojero o a vuelo de pájaro, de un tras y ya sabíamos lo que quería decirnos, despertar en nuestras conciencias y aleccionarnos sobre lo que ocurría o podía ocurrirnos. Zapata retrataba a Venezuela.

Entonces un cineasta criticó el hecho que Cabrujas cobrara por dirigir la escena de otra ópera, siendo al propio tiempo asesor del Teatro (lo cual, desde luego, no era ni es ilegal). El ingenio de Zapata no faltó: “Teresa Carreño era una corrupta, porque también cobraba por trabajar”.

Son muchas las anécdotas, sus tinos creativos, sus aciertos y enseñanzas. Abundante el manejo magistral de la ironía y del sarcasmo. Parafraseando a Aquiles Nazoa, Zapata sabía muy bien hacernos pensar con su humor, sin que nos diéramos cuenta de que estábamos pensando.

Recuerdo ahora con beneplácito, cuando asistimos al Foro Social de Humoristas con Zapata, celebrado en el ateneo de Caracas y con motivo de los 40 años de los Zapatazos. Allí y luego de las distintas intervenciones de los concurrentes, de algunas breves rutinas de los integrantes del panel, del ciclo de preguntas y respuestas, no se llegó a nada en cuanto a una definición definitiva, inequívoca e irrefutable de lo que es o debe considerarse humor.

En lo que sí estuvimos de acuerdo y contestes tanto los ponentes y como público en general, es que el humor entraña inteligencia, libertad, dignidad humana; el humor se aleja y rechaza la vulgaridad, el chiste fácil, la burla, el chantaje, la ofensa, la represión y todo aquello que tienda a acallar la voluntad, la libertad de expresión, de opinión o de pensamiento, y en fin, que intente conculcar los derechos humanos.

Se recordó en ese evento la memorable anécdota del General trisoleado Carlos Soublette: “…vaya y monte su obra, joven, que la patria no se perderá porque el pueblo se ría de sus gobernantes, la patria podrá perderse cuando los gobernantes se rían de su pueblo".

Se convino entonces, en buscar el equilibrio, con libertad, inteligencia y profunda convicción de la dignidad humana de las personas, para seguir haciendo humor sin miedo, pero sin odio. El humor es cultura, que es lo único que nos puede salvar de la violencia, de la corrupción y de otros males de parecida naturaleza que sufrimos.

De esto sabía mucho el maestro Zapata, por ello, acompañemos fielmente a los humoristas, a ellos que a lo largo de nuestra historia han ocupado la primera línea y sido solidarios con el pueblo en la lucha contra los déspotas de turno, gorilas de uniforme. Si a algo temen los autócratas ensoberbecidos, es a la inteligencia de los humoristas expresada en una frase, una caricatura acertada que los desnuda, o la parodia escénica que les deshace la parafernalia, reduciéndolos a objetos risibles.

No es lo mismo el poder del humor, que el humor del poder. El hombre, al defender los valores democráticos, al enfrentarse a la discriminación y la intolerancia, al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.

Así las cosas, no hay duda que si se reivindica la justicia y la libertad, se reivindica al propio tiempo la vida misma, y la humanidad.

Maestro Zapata, retrátanos ahora desde arriba, tú puedes en tu bondad y talento infinitos. ¡Gracias por tanto!



 Jesùs Peñalver
Los Caobos febrero
, 6 de 2015