“Zapata tiene la capacidad de decir
en una sola frase lo que a un
sociólogo le tomaría una tesis”.
Laureano Márquez
Lo había conocido mucho antes en el Teatro Teresa Carreño, durante la temporada de ópera del 85 o del 86 del siglo pasado, cuando me correspondió redactar el contrato que regiría las condiciones en que el maestro diseñaría la escenografía de una de las óperas. Por cierto, la época mejor, la más espléndida y productiva del Coso de Los Caobos.
Afable y simpático, genial y ocurrente. Era Pedro León Zapata, el mismo
de aquellos garabatos y dibujitos que había que leerlos con paciencia de
relojero o a vuelo de pájaro, de un tras y ya sabíamos lo que quería decirnos,
despertar en nuestras conciencias y aleccionarnos sobre lo que ocurría o podía
ocurrirnos. Zapata retrataba a Venezuela.
Entonces un cineasta criticó el hecho que Cabrujas cobrara por dirigir
la escena de otra ópera, siendo al propio tiempo asesor del Teatro (lo cual,
desde luego, no era ni es ilegal). El ingenio de Zapata no faltó: “Teresa Carreño era una corrupta, porque
también cobraba por trabajar”.
Son muchas las anécdotas, sus tinos creativos, sus aciertos y
enseñanzas. Abundante el manejo magistral de la ironía y del sarcasmo.
Parafraseando a Aquiles Nazoa, Zapata sabía muy bien hacernos pensar con su
humor, sin que nos diéramos cuenta de que estábamos pensando.
Recuerdo ahora con beneplácito, cuando asistimos al Foro Social de
Humoristas con Zapata, celebrado en el ateneo de Caracas y con motivo de los 40
años de los Zapatazos. Allí y luego de las distintas intervenciones de los
concurrentes, de algunas breves rutinas de los integrantes del panel, del ciclo
de preguntas y respuestas, no se llegó a nada en cuanto a una definición
definitiva, inequívoca e irrefutable de lo que es o debe considerarse humor.
En lo que sí estuvimos de acuerdo y contestes tanto los ponentes y como
público en general, es que el humor entraña inteligencia, libertad, dignidad
humana; el humor se aleja y rechaza la vulgaridad, el chiste fácil, la burla,
el chantaje, la ofensa, la represión y todo aquello que tienda a acallar la
voluntad, la libertad de expresión, de opinión o de pensamiento, y en fin, que
intente conculcar los derechos humanos.
Se recordó en ese evento la memorable anécdota del General trisoleado
Carlos Soublette: “…vaya y monte su obra,
joven, que la patria no se perderá porque el pueblo se ría de sus gobernantes,
la patria podrá perderse cuando los gobernantes se rían de su pueblo".
Se convino entonces, en buscar el equilibrio, con libertad, inteligencia
y profunda convicción de la dignidad humana de las personas, para seguir
haciendo humor sin miedo, pero sin odio. El humor es cultura, que es lo único
que nos puede salvar de la violencia, de la corrupción y de otros males de
parecida naturaleza que sufrimos.
De esto sabía mucho el maestro Zapata, por ello, acompañemos
fielmente a los humoristas, a ellos que a lo largo de nuestra historia han
ocupado la primera línea y sido solidarios con el pueblo en la lucha contra los
déspotas de turno, gorilas de uniforme. Si a algo temen los autócratas
ensoberbecidos, es a la inteligencia de los humoristas expresada en una frase,
una caricatura acertada que los desnuda, o la parodia escénica que les deshace
la parafernalia, reduciéndolos a objetos risibles.
No es lo mismo el poder del humor,
que el humor del poder. El hombre, al
defender los valores democráticos, al enfrentarse a la discriminación y la
intolerancia, al defender la riqueza del pensamiento libre y plural, no hace
otra cosa que actuar en defensa propia.
Así las cosas, no hay duda que si se reivindica la justicia y la
libertad, se reivindica al propio tiempo la vida misma, y la humanidad.
Maestro Zapata, retrátanos ahora
desde arriba, tú puedes en tu bondad y talento infinitos. ¡Gracias por tanto!
Jesùs Peñalver
Los Caobos febrero
, 6 de 2015