Vemos el neopaso de Los Andes, con imágenes desgarradoras, muy tristes, de suyas
dolorosas, y caemos en cuenta de que se trata de otra infame consecuencia de
haber elegido a aquel desquiciado milico golpista, resentido y delirante, el
mismo que dejó -recomendó- a nicolast maduro.
Es preciso no haber nacido en un país, padecer de un resentimiento muy
arraigado o ser bien despreciable para odiar a su gente, y no conmoverse ante
las imágenes que nos muestran a nuestros connacionales deambulando por la
América del Sur. Bueno, los que logran cruzar la frontera, esos caminantes en
cuyos vemos como llevan un país triste a cuesta. Otra pérdida.
¿Huyen de la crisis, acaso, de la sed, del hambre, de la falta de
medicamentos, de la delincuencia que anda por sus fueros? Quizá. Quienes creen
en eso, lo respeto. Pero personalmente pienso que huyen de la barbarie que está
aposentada en Miraflores, de sus ideas explosivas, de sus planes –y pranes-
diabólicos. De su macabro objetivo de hundirnos aún más en el abismo.
Cruzan y vencen todo tipo de escollos, porque les resulta inaguantable el
régimen oprobioso que hoy desgobierna en Venezuela, en todas sus formas y
presentaciones. Huyen del régimen chavista que hoy encarna ese sujeto de origen
ignoto, cuya acta de nacimiento la obtuvo en Dos Pilitas.
Familias acabadas, sueños rotos, las peores condiciones de existencia, el
pesimismo haciendo de las suyas y las palabras moda retumbando en nuestra
conciencia: huida, despedidas, insilio, diáspora, pasajes, cobijo, alimentos,
mudanza y tantas más apostilladas en nuestra alma y en nuestro arrobado
corazón. A veces quedarse es ir muy lejos.
Reviso y pregunto, y no hallo una situación similar en nuestra historia. No
encuentro a venezolanos en el pasado cargando consigo la triste y angustiante
condición de paria; la humillación de ser echados de su propio país en el que
no pueden lograr un mínimo de condiciones básicas para vivir. Deambular el
terrible verbo.
Hace casi veinte tortuosos años, el delirante milico golpista de lo propuso
y en desdichada medida lo ha logrado: hacer de Venezuela un invivible e
insufrible lugar al norte de la América del Sur, en plena zona tórrida, de
donde salen diariamente tantos venezolanos en busca de un horizonte cada día más
inalcanzable, dadas las restricciones y trabas burocráticas de países –que en
uso de su soberanía- procuran poner coto a la inmigración desatada.
Aunque reconozcamos que injusticas que deben ser abolida y que hay que
combatir un régimen plagado de abusos y desaciertos, creados por el lucro, el
afán del poder omnímodo y el placer enfermizo de robarse y disfrutar de lo
ajeno, nunca la revolución armada puede ser solución definitiva de la sociedad.
Eso preconizaba el milico barinés golpista, aquel delirante con
sentimientos dizque bolivarianos y con ínfulas de grandeza que no eran más que
evidencias de su cretinismo y mediocridad.
No podemos constituirnos en poder no previstos en la Ley para consumar
hechos de violencia. Con los actos violentos todos pagan justos por pecadores,
se instauran nuevas dictaduras y las venganzas y los odios hacen que el remedio
resulte peor que el quebranto. No hablamos de quimeras, sino de realidades. La
historia es maestra de la vida y la América Latina está llena de estos
ejemplos.
La actual, la nuestra, es una historia de verdadera tragedia y dolor. Pero
saldremos de ella. Porque los países no se acaban ni se mudan. La Venezuela
decente tiene rato diciéndole no a la loca persistencia esa que pretende borrar
la civilidad para imponer el militarismo.
Esta Venezuela entiende que es imposible imponer la imagen de un caudillo
sobre la idea de democracia y de régimen de libertades públicas. Y que el ch
…abismo nunca será un recuerdo provechoso del pasado, pero sí un letrero
vigilante del porvenir.
Jesús Peñalver