A Carlos Andrés Pérez, In Memoriam
En
junio de 1998, en plena campaña electoral, fui a la fiesta de cumpleaños de un
amigo. El único que no estaba con el golpista era yo. Les llamaba a pensarlo
muy bien. “Tú lo que eres es adeco”,
me repetían sin cesar y con cara de gallina creyéndome a mí sal.
Creo
que queda uno solo de aquella fiesta “enchufado” en el gobierno. Pero ahí está.
Querían cambio. Tremendo cambio nos dejó. Algunos se arruinaron. Pero no vale
Santa Lucía con el ojo afuera. Había actores de TV, hoy arruinados y sin
trabajo. Periodistas que tuvieron que irse. Cineastas. Mujeres bellas hoy sin
sus tintes ni desodorantes ni los perfumes caros de entonces.
“Adeco”, me decían. Yo les respondía: “¿Van a votar por un
golpista que causó 300 muertes inocentes?”. Y ellos insistían con la terquedad
de un porfiado: “Tú lo que eres es
adeco”. Ahora rumian su error. Yo lo decía, estos carajos van a acabar con
el país. No me pararon bolas. ¿Cómo van a votar por un golpista que intentó
matar al presidente?
“Adeco, tú lo que eres adeco”, insistían. Decían que íbamos a cambiar. ¡Na guará!,
tremendo cambio. Al siglo XIX con masa de maíz sancochado en leña, no hay
mantequilla, se va la luz y casi en carro de mula y de ñapa una constituyente
de cabrones como la de Páez o Monagas. Ahí está tu cambio. Les hablé de hacer
memoria, de la conveniencia de describir todos los actos contra CAP desde El
Caracazo, su condena, las siniestras barbas del sátrapa Fidel Castro el ascenso
del golpista como conspiración.
CAP
había descabezado las dos intentonas militares y aunque algunos filibusteros le
soplaban desconocer las instituciones, aceptó ser enjuiciado. Y el 8 de
noviembre de 1992, el inmortal José Vicente Rangel denunció la malversación de
250 MM de Bs. de la partida secreta del Ministerio del Interior.
Gente
apreciada que no entendía o había olvidado el papel del Fiscal General,
entonces Ramón Escovar Salom, cuando inició el antejuicio de mérito y el 20 de
mayo de 1993, la CSJ lo declaró con lugar. Por cierto, para defenestrar a CAP
del poder, la conspiración contó con esa extinta corte suprema de justicia,
comprometida hasta las vísceras en esa vaina.
Intenté
hacerlos entrar en razón, pero no, solo me espetaban
“tú lo que eres es un adeco insoportable”. Insistí en decirles que, sometido
al amañado juicio, CAP aceptó la sentencia de una corte hasta los tuétanos en
la conspiración. Que el presidente CAP se sometió a los designios de la misma corte
que después rechazó inhabilitar al golpista. Que CAP aceptó la espuria
sentencia de un “supremo tribunal” que le regaló al golpista la constituyente
inconstitucional para que se cogiera el poder.
Por
cierto, no olvidemos, y en mi caso con profundo respeto y devota admiración, la
defensa de CAP dirigida por el eminente doctor Alberto Arteaga Sánchez, un magnífico
tratado de derecho.
Querían
un cambio, jugaban a la antipolítica, olvidaban la conveniencia de reivindicar
la política como el deporte, el amor, la cortesía y las buenas costumbres. Enfrascados
en un loco cambio, apoyado en la “gesta” de un desquiciado milico golpista,
ruin, mediocre, resentido y delirante.
Yo
insistía en hablarles de la historia reciente, de la favorable memoria para no
incurrir en los mismos o peores errores del pasado. Precisé que el 20 de mayo
de 1993, la csj consideró que existían méritos suficientes para culpar a los
involucrados en el caso de corrupción. Al día siguiente, suspendían al
presidente CAP del ejercicio de sus funciones.
El
30 de mayo de 1996 la sentencia del magistrado Luis Manuel Palís condenaba a
CAP a dos años y cuatro meses de arresto domiciliario. Un adefesio jurídico
porque si la partida esa (era) secreta), ¿por qué habría entonces que revelar
su uso?
Y
para más INRI, el 19 de enero de 1999 la extinta y cómplice csj (la misma),
decidió que sí era posible consultarle al pueblo sobre convocar una asamblea
constituyente. “Una Asamblea Nacional
Constituyente que elaborara una nueva Carta Magna acorde con los nuevos tiempos
que le tocaría vivir a la República”. Así decía la sentencia. Mejor dicho,
ese despropósito, ese fallo amañado y aborrecible.
De
esto, obviamente, no les hablé porque adivino no soy; pero en casos similares y
con cierta experiencia, uno podría atreverse a vaticinar los daños que pueden
causar unos golpistas que llegaron al poder con sus ideas explosivas y planes
diabólicos, con marcado resentimiento, y la infame intención de destruir a
Venezuela, no sin antes llenar sus bolsillos con recursos del erario.
Imposible
olvidar a aquella inefable exmagistrada y su peregrina tesis de la
“supraconstitucionalidad”. Allí tienen, pues, cojan su
“supraconstitucionalidad”.
Yo
insistía en mis argumentos disuasivos. Caldera II sobreseyó al golpista y su
combo, quien nunca fue a juicio por no confiar en la justicia. De allí que no
fuera sentenciado. El difunto golpista nunca fue indultado, pues nunca fue a
juicio, ergo, nunca fue sentenciado. Caldera II lo sobreseyó.
No
es como algunos dicen por ignorancia jurídica y de los hechos. Chávez y su
combo golpista fueron sobreseídos, NO indultados. Hugo Chávez y 200 de su
grupete incurrieron en el delito de rebelión militar en el año 1992, cuando
insurgieron en contra del gobierno legítimo del presidente constitucional señor
Carlos Andrés Pérez.
En
dos años Chávez y su grupete de golpistas, nunca fueron sentenciados, por lo
que no podían ser indultados. Recibieron sobreseimiento. Caldera no podía
inhabilitar al golpista Hugo Chávez y su combo, porque la Constitución de 1961
no lo permitía. ¡Tremendo cambio!
Réquiem
por el presidente Carlos Andrés Pérez, defenestrado injustamente del poder por
un gentío, hasta los tuétanos metido en la jugada.
Jesús
Peñalver