lunes, 15 de noviembre de 2010

Poemas en Letralia


Año XIV • Nº 212
15 de junio de 2009
Cagua, Venezuela
Poemas

13-38

La calle con nombre de batalla.
Barcelona del natalicio.
Cantalicio y Guararima en la bodega,
la de Mengua, el eterno y generoso fiador.
El veinte del colegio trocaba en obsequio:
Refresco con pan, y la infaltable mortadela,
salami del pobre.
La deuda perenne, el crédito permitido
hasta nueva fecha, quién sabe hasta cuándo.
La gratitud también infinita, cobradores inolvidables.

Marzo 29

Fronterizo barrio. Cuando estar de este lado es mejor.
El grito de la madre desesperada. Llena de angustia,
—¿No entiendes? No cruces, quédate de este lado.
Aquí es mejor, allá puede atraparte el opio de los
amigos malos —decía ella.
Cierto, no se perdonaría el paredón de las preguntas ni el
castigo de las palabras. Lenguas propias y ajenas, metrallas.
Tranquila, madre —respondí—, crucé la frontera y nada pasó, o sí,
pasó mucho, mucho bien.

5 puertas

Déjalas abiertas —decía mi madre—, siempre abiertas.
Nada pasará. Nada que robar.
Para regalar nuestra alegría a manos llenas. Las
botijas del afecto nunca vacías. Pleno el corazón de
bondad y cobijo, pobre de monedas, quizá. La dignidad
nunca disponible para la venta.

Solo

Arranca, vete. Me aterras. No puedes acompañarme.
Prefiero estar solo. Me punzan tus lanzas sin piedad.
No serás quien me ayude a salir de esta angustia.
Encontraré la salida, esa que quizá me has negado.

Hijos

De mí provienen. Un vientre los parió en dulce luz.
Abracen la poesía y a su madre, que es la madre de la poesía.
Caminen tomados de su mano. Regálenle flores. No me copien.
Si algo digno quieren seguir en el sendero, que no sea otra cosa
que la verdad.

Violencia

Nos acecha la muerte. Caminamos hacia una sociedad
de viudas y huérfanos. Vivimos en una simple tierra poblada,
un paisaje donde abundan las balas de ida y vuelta.
O nos armamos o seguimos inermes.

La fábrica

Así la llamábamos. Una casa sin terminar. Un techo, unos palos como base y tierra pura. Allí, lugar de juegos de metras, trompos...
Todos conocían al dueño y tantos sin casa. Jugar era el límite.
Hoy en el recuerdo evoco la carencia que se mitiga con los juegos de niños.

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