Hoy en Venezuela corre una triste, muy triste suerte la jueza María de Lourdes Afiuni, por haber incurrir, supuestamente, en “corrupción sin haber recibido un centavo”, al menos no está comprobado; pero lo que sí ha quedado en evidencia es el maltrato, la saña y la cobardía con que se le ha tratado, no solo en su condición de ciudadana venezolana, jueza de
Esto de ser corrupto sin estar demostrado que se ha solicitado, y mucho menos recibido dinero, es sencillamente un absurdo jurídico, por cuanto la prueba o demostración de los hechos debe constar en el expediente que contiene todas las actuaciones del juicio, dicho de otro modo, lo que no está en el expediente, no existe.
Bien ha dicho en tono de sorna el abogado que dirige la defensa de
Tenemos entendido, y así nos lo confirmó el profesional del derecho, Dr. José Amalio Graterol, que el Ministerio Publicó admitió en la audiencia preliminar, que no estaba demostrado en el expediente, que
Pero no, ello no puede ocurrir. El Juez de la causa debe, por estrictas órdenes presidenciales dadas en perversa cadena nacional, mantener en los muros que encierra su apellido “paredes” a
Acaso olvida el Juez Paredes que en materia penal el silencio de la ley o la inexistencia de la ley operan a favor del encausado; que no habiendo delito, no puede haber encarcelamiento, o desconoce el principio Nullum crimen, nulla poena sine praevia lege, es decir, ningún delito, ninguna pena sin ley previa.
Sostener que existe “corrupción sin dinero” o “espiritual” es tan burdo como la sensación de inseguridad de la defensora, la revolución bonita, los innumerables intentos de magnicidios, o cualquier otro eslogan o consigna gobiernera, que solo existe en las mentes de sus ilusos creadores, se sabe que con fines inconfesables.
El caso Afiuni tiene muchas aristas; si embargo es bueno poner de bulto la seria amenaza que existe contra su integridad física y emocional, estando en las mazmorras del INOF. Por ello es que ante el peligro que se cierne sobre la humanidad de esta venezolana, encarcelada sin pruebas, el país exige justicia en su procesamiento. De allí que su familia, defensores y sociedad civil, exijan, con toda razón, que el sistema de justicia garantice su existencia y la propia vida de la prisionera.
Resulta curioso, por decir lo menos, que estando hoy en Venezuela los Poderes Públicos en manos de mujeres, en su mayoría, éstas no se atrevan a voltear la mirada –al menos la mirada- hacia este caso tan emblemático de saña, injusticia y cobardía. Postración total.
Entretanto, la jueza Afiuni, aún maltratada y vejada en sus más elementales derechos humanos, se muestra convencida de haber actuado apegada al ordenamiento jurídico vigente en el país; entereza y cataplines demostró tener esta valiente venezolana, cuando afirmó: "Si pudiera devolver el tiempo lo volvería hacer mil veces".
Como si fuera poco, a la ilegal detención, al inhumano trato y a la permanente situación de riesgo que padece esta mujer, se agrega la amenaza oficial de controlar a las ONG que defienden y protegen los DD.HH.
Francamente, “es una manía miserable el querer mandar a todo trance..." escribió Bolívar a Santander el 15-4-1823, pues miren ustedes, siguen los maníacos en trance.
Jesús Peñalver
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