lunes, 12 de julio de 2010

VALLE ROJO EN GUANAPE

Ya he comenzado a entender el carácter conciso y elocuente de la consigna Patria, socialista (antes socialismo) o muerte. Bastó un fin de semana cuando casi todos los medios de comunicación registraron la noticia que, durante el reciente puente vacacional hubo tantos muertos víctimas de la violencia, que nos presentan ante el mundo como una nación en guerra. Solo me falta ahora comprender Patria y Socialismo, o socialista. Me ayudó a razonar sobre esa tercera parte del postulado oficialista (o propaganda política) el lamentable y cobarde asesinato del “catire de Guanape” o “albino de las verduras”, Luís Celestino Morffe, ocurrido el pasado sábado tres de julio.

Me ha dicho mi padre, que conoció de crímenes cometidos en Guanape, que “El Catire” era un hombre bueno y humilde, trabajador y campechano, y en eso creo. Con virtudes y defectos como todo lo humano, quizá el último hombre en bestia que sembraba para comer. Cuando me relataba el lamentable y deleznable episodio, hube de recordar a Don Manuel Ron Urbina quien dedicó buena parte de su fructífera vida a sembrar, comercializar los frutos y así crear y criar familias.

Como dijo alguna vez nuestro Alfredo Armas Alfonso “Uno no vuelve a Guanape porque Guanape nunca ha dejado de estar en uno, revuelto en la saliva y en la sangre de uno, sin dejar de nombrarlo ni de sentirlo nunca como propio y legítimo”.

Hoy el Guanape de nuestros ancestros clama justicia para el Catire de la Fila Maestra, así lo expresó con una poblada que no avalamos, pero el pueblo es sabio a la hora de levantarse ante las injusticias, atropellos y desatinos de un gobierno que dice ser socialista, humanista y todo lo que cabe en una lista de adjetivos terminados en “ista”.
Ahora están a prueba las autoridades –una vez más- para demostrar que son capaces de atender el petitorio legítimo de justicia; ya Guanape no solo tiene sed de agua, sino también de justicia. Sería sano un pronunciamiento del alcalde y de su tren ejecutivo con relación a este abominable hecho, un mensaje suyo que devolviera en cierto modo a la población la calma y la quietud que pudiera brindarle un gobierno representado, precisamente, por gentes provenidas de Guanape.


No hay dudas, cada vez son más las víctimas que sufren la acción del hampa, quienes son atracados, agredidos y hasta asesinados. Son pocas las familias que pueden decir que no conocen un caso cercano a ellos; pero otra cosa es la desmedida acción de los agentes policiales, que prevalidos de autoridad y del porte de un arma que le ha confiado el estado, así se trate del criminal más despreciable que haya parido tierra alguna, arremeta vilmente contra los ciudadanos.

Venezuela pareciera marchar hacia una sociedad de viudas y huérfanos, una sociedad de deudos, y en Guanape se nos va la vida celebrando fiestas y enterrando muertos. Es tarea de todos que Guanape no se aferre a ese recodo de un valle de muerta prosperidad, entre el cementerio de sus aguas idas y el cementerio de sus hombres muertos. Sin agua. A Guanape lo único que llega con seguridad es la muerte.

Menos mal que somos más los que queremos salir de la barbarie, y el gobierno tiene la responsabilidad de imponer el orden con políticas efectivas, no efectistas, y aplicar un serio y coordinado plan de seguridad y de desarme, y desde luego, de depuración de los cuerpos o anticuerpos policiales. Se trata de garantizar el derecho a la vida, que es el único que nos permite ejercer los otros derechos, porque patria en revoltillo con socialismo no puede ser sinónimo de muerte.

La inseguridad, la violencia, la impunidad, y también el clima de intolerancia política, ponen al descubierto la angustiosa realida llena de dolor que hoy se vive en nuestro país; negarla es igual que darle la espalda al pueblo que la padece.
Acaso la geografía, de pronto, se nos hizo una prisión abierta, un paisaje de cuchillos, y nuestra la costumbre de oír las sirenas a lo lejos, o muy cerca.

Jesús Peñalver

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