viernes, 7 de octubre de 2011

Carlos Andrés Pérez

Voté por él y lo volvería a hacer si se pudiera. Estuve en su “coronación”, pues sencillamente trabajaba para entonces en el Teatro Teresa Carreño, o “Coso de Los Caobos”, hoy convertido en el tempo del jalabolismo y de la chapuza gobiernera.

Por lo que llevo dicho ya me habré ganado toda clase de insultos, de críticas, y quizá la pretendida calificación de adeco; pero no importa, a ella añado la de demócrata, civil que reprocha toda clase de autoritarismo, militar o no, y fiel creyente en el régimen de libertades públicas que solo se logra en democracia, lo cual conlleva la existencia de partidos políticos, con diferentes puntos de vista, donde el contrario es adversario y no enemigo.

No puede olvidarse que los mismos que insurgieron contra el gobierno democrático de 1992, supuestamente dizque para superar la corrupción, la falla en los servicios públicos, y con una carga de nacionalismo-bolivariano a rabiar, hoy no hallan que hacer para justificar tanta ineficiencia, incapacidad e incompetencia para resolver los ingentes problemas que aquejan a Venezuela; por el contrario, se han visto incrementados por la incapacidad e improvisación oficiales, al punto que el Jefe Supremo les ha dicho: “no tengan miedo a equivocarse, estamos ensayando”.

Por su parte, los rojitos esperanzados, lejanos del honor y con devota sumisión, no hacen otra cosa que adular, reír, celebrar las ocurrencias, y aplaudir hasta hacerse daño en las manos.

Cuando escribo estas líneas, durante la misa oficiada al Presidente CAP, se atrevieron a lanzar bombas lacrimógenas, los mismos que hoy lloran en vida al líder fracasado, al fallido militar, al golpista descabezado, al mismo a quien la democracia permitió llegar al poder mediante el sufragio.

Y la  cadena grosera e insultante (¿cuándo no?), emitida durante las exequias de CAP, fue reveladora del miedo y el pánico que existe en las esferas del poder. Se les apaga temblorosa la vela en la cabecera. Falta poco para los meses de gloria que serán febrero y octubre del próximo año 2012, y habrá una vida con suficiente resolución y firme voluntad política para recuperar el país hecho añicos.

Ni héroe ni mártir; pero sin duda un demócrata a carta cabal, eso fue el Presidente Pérez.

Al plan de becas “Gran Mariscal de Ayacucho”, la nacionalización del hierro y del petróleo, al Sistema de Orquestas y al decidido apoyo y empuje de la descentralización, solo añadiré que CAP se sometió a juicio, más político que jurídico, y así quedo evidenciado de la impecable defensa que ejercicio su equipo de abogados, liderado por el doctor Alberto Arteaga Sánchez.

Acató la sentencia, es decir, el haberse sometido a la justicia y sus instituciones, lo llevó a cumplir reclusión en cárcel común y luego en su casa, lo cual dice mucho de su talante y convicción democráticos.

No es poca cosa acotar, que luego del juicio amañado y diseñado por sus enemigos de enano criterio para aceptar las derrotas propias y los triunfos del contrario, saliese electo Senador al extinto Congreso Nacional, por su Táchira natal.

Finalizo con palabras ajenas: “Pérez descabezó los dos golpes militares y aunque algunos filibusteros le soplaban desconocer las instituciones, aceptó la sentencia de una Corte hasta los tuétanos en la conspiración. La misma que después rechazó inhabilitar al golpista y que le regaló la constituyente inconstitucional para que se cogiera el poder” Carlos Raúl Hernández dixit.

CAP, Requiescat In pace.

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