sábado, 1 de octubre de 2011

A Papá, quien se ha ido a dormir el sueño de la tierra

Pido la palabra  en este momento cuando damos el último adiós a nuestro querido y respetado padre, JESUS RAFAEL RON CACHARUCO, o Chucho Ron, como cariñosamente se le conocía en estas tierras.

Me arrogo esta oportunidad en el intento de interpretar el sentimiento de todos quienes aquí nos encontramos, y de los ausentes, quienes  también sabrán guardar por siempre en sus corazones el mejor de los recuerdos por quien hoy parte a dormir el sueño de la tierra.

En breve semblanza diré que tus padres fueron  Don Manuel Ron Urbina y Doña Amelia Cacharuco; que quedaste huérfano de madre a temprana edad, que quizá ello contribuyó a forjar en ti un carácter agrio, recio, de carencia y de dificultades como en todo ser humano que no tiene a su madre cerca.

La ausencia fue aliviada por la presencia de mamá Hermógenes Chira y mamá Vicentina Rondón. Y luego, también la ausencia materna se vio mitigada por la presencia amorosa, protectora y afable de Doña Aurora Mora de Ron, la abuela Aurora, de quien te expresabas de la mejor manera, con evidentes signos de gratitud y admiración infinitas. Sin duda, era recíproco el cariño.

Tu padre, el abuelo Manuel, como me dijiste varias veces, a pesar de los regaños y reprimendas fuertes y profundas, llegó a ser tu guía, tu amigo y tu faro a seguir en la luz del camino al trabajo, valores de ciudadanía, y siempre alejado del delito y de cualquier  manera fácil u oportunista de conseguir el sustento.

Recuerdo, hace un año, cuando ocurrido un episodio lamentable en Guanape, me dijiste con voz temblorosa que habías conocido  de crímenes cometidos en Guanape, y que “El Catire de La Fila” era un hombre bueno y humilde, trabajador y campechano, y te creí Papá, porque siempre hubo el talante de la confianza y el respeto.

Con virtudes y defectos, como todo lo humano, quizá “El Catire” fue el  último hombre en bestia que sembraba para comer. Cuando me relatabas el infausto acontecimiento, hube de recordar al abuelo, Don Manuel Ron Urbina, tu padre, quien dedicó buena parte de su productiva vida a sembrar, comercializar los frutos y así crear y criar familias.

Nunca en ti una expresión de agravio para ninguno de tus hermanos, que son muchos.  Lamentabas desencuentros, y apostaste siempre por la pacífica resolución de cualquier desavenencia. El respeto a la familia Ron y a sus descendencias fue norte en tu brújula, llevaran o no aquel apellido.

Tu voz chillona, tu grito al llamar así fuera a un ángel cercano y las rancheras que nos vinieron de tu México Lindo y querido, que esparcías desde  tu Guacamaya festiva y bulliciosa, eran inmanentes y connaturales de tu personalidad. Eras un romántico papá.

No dejaste a nadie varado en la vía en tu inveterada labor de transportista, lo cual decía mucho de tu don de servicio. Te preocupaba la sed de Guanape, y otros males de parecida o peor naturaleza que aún golpean las realidades de nuestros pueblos.

Hoy, por la inevitable ironía de la  vida y esa terquedad de la muerte, venimos aquí a darte el postrero adiós Papá, y quienes te queremos honraremos tu memoria. Llevo tu nombre con orgullo, y sé que era el tuyo también.

Guanape hoy despide a uno de sus hijos, emblema de varias décadas, dicharachero y popular, cuyos chistes y anécdotas y ocurrencias quizá sigan siendo celebrados con hilaridad. Estas experiencias de amistades, vecinos y familia perdurarán en el recuerdo, porque la verdad es que no fue difícil admirar, querer y respetar las virtudes que te eran inherentes.

Como dijo alguna vez nuestro Alfredo Armas Alfonso “Uno no vuelve a Guanape porque Guanape nunca ha dejado de estar en uno, revuelto en la saliva y en la sangre de uno, sin dejar de nombrarlo ni de sentirlo nunca como propio y legítimo”.

"Amor Omnia Vincit", el amor siempre vence, como diría el poeta Virgilio, y por ese mismo amor de familia debemos seguir admirando en el recuerdo a nuestro querido Papá, abuelo, hermano, tío ….Chucho.

Si hoy  nos embarga la tristeza, y un doblar  ronco de campanas nos aturde, porque  una tumba pareciera robarnos en horas de angustia a un ser querido, tengamos la resignación cristiana y sepamos encontrar en el recuerdo de Papá, Chucho Ron, lo mejor de sus enseñanzas.

Hoy expresamos con  dolor el último adiós a un ser  humano especial, nuestro ser especial, al buen ciudadano que ha  partido a dormir el sueño eterno de la tierra, y ya no lo tendremos  cerca.  

Pero no es menos cierto que este dolor se aclara con el recuerdo de la inmortalidad y de la resurrección feliz; el cristiano va tras la sombra de la muerte, el aleteo de la eternidad y sabe que no todo muere, ni todo se trunca ni todo se acaba. 

También la ausencia del ser querido, es recuerdo de paz y de alegría, máxime cuando al morir dieron la última de sus lecciones y el más elocuente de los ejemplos.

Hoy nos damos el abrazo en una gran familia, con la convicción y la conciencia que acompañó a Papá hasta el último hálito de vida, como siempre él lo pidió, y también tengamos  presente que la verdadera muerte comienza con el olvido, y que la bondad y el pan infinito del amor de un ser querido  son inolvidables.

Hasta siempre Papá.

Los Caobos 28 de septiembre de 2011

Jesús Peñalver

                   

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